La semilla de una trilogía --o la conclusión de
ésta, sugerida por Quentin Tarantino-- sobre el mito de un mariachi y el estuche de su
guitarra repleto de armas, se encontraba en el puñado de escenas que Robert Rodriguez
había ideado durante los años posteriores a Desperado (1995) alrededor de un
corrupto ex agente de la CIA llamado Sands, a quien le vaciaban las órbitas
oculares en su maquiavélico retiro mexicano. Escrito con George Clooney en
mente, el personaje que podemos contemplar en la pantalla es puro Johnny Depp,
quien en su herencia brandiana (incluida una imitación vocal de su legendario mentor
y una estimable galería de disfraces a la Missouri Breaks) refleja al agente
británico de Queimada, menos ángel que demonio pero siempre redimido por el sutil
milagro --aquel monstruoso sueño de pasión hamletiano-- de un actor. ***/*****
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jueves, 24 de abril de 2014
lunes, 26 de noviembre de 2012
Johnny Depp en Pirates of the Caribbean: The Curse of the Black Pearl (2003)
A Chelsea Miller
Parece
extraño que el admirador que soy del habitual cómplice creativo de Tim Burton
haya visto recientemente por vez primera, y por fin, la aventura inicial del
Capitán Jack Sparrow, y es un hecho. Pero también lo es que el extraño
--siempre atractivamente extraño-- histrión fílmico consiguió con este
verdadero blockbuster revienta-taquillas, estrenado hace sólo 9 años, desprenderse
para siempre de la etiqueta de bizarro actor de carácter a quien su
incomparable, innegable sex-appeal no terminaba de colocar en la A-list, acaso
una maldición que el renegado ex ídolo adolescente abrazaba como una causa a
punto de perderse. La Academia recompensó a Depp con su primera nominación
(¿!), y es que su interpretación no es sólo la mejor razón del global éxito
comercial de esta aventura fantástica salida de un parque temático Disney, sino
que se trata de una digna criatura --otra más-- en la inquietante galería de personajes de
uno de los actores estelares más personales y provocadores de las últimas
décadas. Como dato curioso, dejo constancia de haber confundido más de una vez
a Sparrow con la Elizabeth de Keira Knightley, siendo la feminidad clave en Depp
uno de los elementos enriquecedores que, cuales doblones áureos del tesoro
maldito de Hernán Cortez, no podían faltar en un pirata
ambiguo y divertido, borrachín y mujeriego, espadachín y fantasmagórico, mortal
y entrañable, y quien (deseo creer) a Stevenson le habría encantado conocer. La
mujer más hermosa que yo conozco ha querido disuadirme de ver las continuaciones
de la movie dirigida por Gore Verbinski; veremos...
Etiquetas:
jack sparrow,
johnny depp,
pirates of the caribbean
sábado, 25 de agosto de 2012
Johnny Depp en Private Resort (1985)
Hablar
de esta obscura comedia sexual de enredos protagonizada por Johnny Depp antes de
su estrellato gracias a la televisiva 21 Jump Street, es casi como hablar de
Sylvester Stallone y mencionar la pornográfica Party at Kitty and Stud's (1970): se trata
de una prehistoria necesaria pero bastante vergonzosa, un secreto a voces en el
mejor de los casos --aunque Kitty and Stud's fue relanzada con el oportunista título Italian Stallion poco después de Rocky, y ciertamente Private Resort goza del entusiasmo
indulgente de no pocos fans de su (ocasionalmente, gratuitamente
desnudo) protagonista. Cuando el jovencísimo Depp, un músico de rock de
extraordinaria belleza física, pudo acceder a la comunidad
hollywoodiense, tuvo que aceptar esta aventura veraniega de dos adolescentes
cachondos (como dicen los españoles) --el otro es Rob Morrow, futuro actor de la
excelente Quiz Show (1994)--, como Brad Pitt tuvo que ponerse el infame disfraz de
pollo. Nada grave. De hecho, la cinta es una bagatela demasiado divertida, con
muchas chicas guapas en bikini, y ofrece la rarísima oportunidad de ver a Depp
en un trabajo puramente alimentario.
jueves, 12 de julio de 2012
Johnny Depp en Dark Shadows (2012)
Basada
en un producto televisivo de culto y filmada en el estilo gótico característico
de Tim Burton, deudor de la escuela de lo grotesco y lo arabesco propugnada por
Roger Corman y Mario Bava --“style over substance”, han constatado algunos
espectadores anglosajones desde las noches escarchadas de Edward
Scissorhands--, esta comedia de horror ofrece, en particular, una de las
apariciones en el género más logradas de Depp, quien tiene que medirse con
expectativas que comprueban su inefable camaleonismo. El vampiro patriarcal Barnabas Collins, un
personaje que se ajusta como guante de slasher a la excentricidad aplicada y
magistral de Depp, es, de hecho, la sombra
tenebrosa más espontánea, menos estudiada, que se cierne sobre una tragedia de amour fou casi paródica y casi siempre al borde del abismo. El montaje de ciertas
secuencias (en especial la que da pie a los créditos iniciales) hace de la
narración algo hipnóticamente conmovedor, junto con la puesta en escena y el
soundtrack, aunque finalmente la historia, cuyos elementos demasiado tópicos pueden tener
doble filo, amenaza con diluirse en la memoria como en la oscuridad. Sin
embargo, la fuerza de imágenes como la de un palidísimo Depp de orejas
puntiagudas y ojeras más agudas todavía, emergiendo de su propio sueño diurno
cual Max Schreck, hilarante y rígido, vale el ticket de
admisión como mínimo.
viernes, 4 de junio de 2010
Johnny Depp (en Blow)
La soledad de un narcotraficante de alto vuelo es el asunto de este filme, estrenado en 2001, que no es una crónica gansteril al uso como algunos creen, sino un modesto biopic nostálgico y desencantado, con menos estridencia de la que cabría esperar. Depp no recuerda al Pacino de Scarface sino al de Bobby Deerfield. La interiorización que luce es tan convincente que, sin darnos cuenta, provoca un apego emocional hacia lo que le sucede quizá infalible. Es cierto que el ritmo y el carácter del relato, el modo en que se transmite las relaciones entre los personajes, son efectivos; no obstante, Depp es imprescindible, lo mejor por sobre las ocasionales bondades del elenco internacional que lo acompaña (el goodfella Ray Liotta y el histriónico Jordi Mollá, que no la insoportable Penélope Cruz), y la clave que hace funcionar lo que vemos en pantalla. Sin Depp, Blow sería un título elegante, dramático, intrigante, pero sólo eso, por debajo de otros que son lo mismo y (mucho) más. Con Depp, la cinta encuentra su sentido, extrañamente glamuroso y trágico. Encuentra definitivamente su huidiza trascendencia.
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