La semilla de una trilogía --o la conclusión de
ésta, sugerida por Quentin Tarantino-- sobre el mito de un mariachi y el estuche de su
guitarra repleto de armas, se encontraba en el puñado de escenas que Robert Rodriguez
había ideado durante los años posteriores a Desperado (1995) alrededor de un
corrupto ex agente de la CIA llamado Sands, a quien le vaciaban las órbitas
oculares en su maquiavélico retiro mexicano. Escrito con George Clooney en
mente, el personaje que podemos contemplar en la pantalla es puro Johnny Depp,
quien en su herencia brandiana (incluida una imitación vocal de su legendario mentor
y una estimable galería de disfraces a la Missouri Breaks) refleja al agente
británico de Queimada, menos ángel que demonio pero siempre redimido por el sutil
milagro --aquel monstruoso sueño de pasión hamletiano-- de un actor. ***/*****
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