jueves, 12 de julio de 2012

Johnny Depp en Dark Shadows (2012)


Basada en un producto televisivo de culto y filmada en el estilo gótico característico de Tim Burton, deudor de la escuela de lo grotesco y lo arabesco propugnada por Roger Corman y Mario Bava --“style over substance”, han constatado algunos espectadores anglosajones desde las noches escarchadas de Edward Scissorhands--, esta comedia de horror ofrece, en particular, una de las apariciones en el género más logradas de Depp, quien tiene que medirse con expectativas que comprueban su inefable camaleonismo. El vampiro patriarcal Barnabas Collins, un personaje que se ajusta como guante de slasher a la excentricidad aplicada y magistral de Depp, es, de hecho, la sombra tenebrosa más espontánea, menos estudiada, que se cierne sobre una tragedia de amour fou casi paródica y casi siempre al borde del abismo. El montaje de ciertas secuencias (en especial la que da pie a los créditos iniciales) hace de la narración algo hipnóticamente conmovedor, junto con la puesta en escena y el soundtrack, aunque finalmente la historia, cuyos elementos demasiado tópicos pueden tener doble filo, amenaza con diluirse en la memoria como en la oscuridad. Sin embargo, la fuerza de imágenes como la de un palidísimo Depp de orejas puntiagudas y ojeras más agudas todavía, emergiendo de su propio sueño diurno cual Max Schreck, hilarante y rígido, vale el ticket de admisión como mínimo.

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