El hombre de acero de la URSS, aquella ilimitada
nación diezmada y aterrorizada y asfixiada durante años como siglos, fue en
primer lugar un horrible marido, padre y amigo. No estamos refiriéndonos a
Superman, por supuesto, sino a Josef Stalin, alguien a quien el calificativo de
anticristo parece quedarle todavía mejor que a su par Hitler: por algo aquél
asistió a un seminario en su oscura juventud. El actor de actores que siempre
ha sido el protagonista de The Great Santini (1979) y The Apostle (1997), “infame” por
celebrar el olor del napalm de las mañanas pesadillescas en Vietnam (Apocalypse Now, 1979), recurre
para su caracterización de tan diabólica figura histórica a su muchas veces
desapercibida delicadeza intelectual, la misma que hizo emotivamente
inolvidable su debut como Boo Radley en To Kill a Mockingbird (1962) y un tour de
force casi invisible su necesario consigliere de The Godfather (1972). El monstruo
inefable que representa en este docudrama de HBO (televisado inicialmente en 1992) es zafio y violento y
estentóreo, pero nunca empuña el arma homicida y finalmente cae en la espiral
escatológica de sus propios embustes maquiavélicos y sádicos delirios
paranoides. Habría que agregar que, no es culpa de la sofisticación de Duvall
pero, y no obstante la vocación de veracidad evidente en la producción, este
hijo de puta era, fue, mucho peor. Indecible.
Mostrando entradas con la etiqueta robert duvall. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta robert duvall. Mostrar todas las entradas
lunes, 2 de septiembre de 2013
Suscribirse a:
Entradas (Atom)