East of Eden no es...
Una de las películas memorables que vimos en la década
del resurgimiento del cine independiente americano fue este drama sureño,
sórdido y conmovedor, donde todo es peor de lo que parece y con todo lo último
que se pierde es la esperanza. Ryan Phillippe, en su juventud propiamente
híbrida entre Brando y Jimmy Dean, es Jimmy West, un adolescente bello como un
poema y escindido ante la disyuntiva de un futuro en la universidad y junto a
su novia Tracy, o congelado para siempre dentro de la pesadilla familiar. Su
padre es John Savage, un veterano de la guerra del Vietnam, quien lo obliga a
acostarse con su madre, Nastassja Kinski. Sus pequeños hermanos son lo único
que lo retiene en este pequeño pueblo texano olvidado de Dios. Además de
Phillippe, el guión y la puesta en escena, el contemplativo montaje, que permite
sentir el paso del tiempo y la zozobra del calor, infunde la sensación de
peligro inminente por razones que escapan al destino más ordinario en esta
profundamente triste y contenida parábola de las miserias humanas.
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