Kevin Spacey, la sonrisa de Mona Lisa presta y la leyenda de
Keyser Söze todavía reciente, llena de redundante ambigüedad y misterio un papel
escrito a su medida --aunque originario de un libro al parecer ofrecido
previamente a otro actor…, uno que seguramente no imita a
Chris Walken. Jeff Bridges es el otro peso pesado de la función, un psiquiatra
que terminará por descubrir la identidad de este visitante escapado del set de
The Day the Earth Stood Still --la de Michael Rennie, no la de Keanu, por favor.
Lo cierto es que (sin revelar nada importante al lector que no hubiere visto
aún la cinta) K-PAX puede decepcionar a quien desee respuestas claras y
tajantes del tercer tipo. No por nada, finalmente, la desmesurada calidad
dramática del héroe de American Beauty inyecta de vigor a una lección que, en
otras circunstancias, habría caído en la obviedad de un magro juego de
azulejos.
lunes, 28 de enero de 2013
miércoles, 16 de enero de 2013
La Doña en la playa
El segundo título en la filmografía de María
Félix no es precisamente prehistórico (su debut en El peñón de las ánimas había
resultado previsiblemente estelar), no obstante la diferenciación ejercida en
el propio cuerpo de la núbil actriz como reflejo de una
mexicanidad maniquea. Casi número folklórico con melodrama de relleno, María
Eugenia (1943) sorprenderá siempre al presentar a una María ingenua, femenina
hasta la pasividad, cuya abundante carnalidad deslumbra como sumiso objeto de
deseo --naturalmente, aun al escribir esto tanto como al leerlo, se hace
difícil cualquier asociación de esta excepcional imagen de erotismo
relativamente convencional con el absoluto desafío implícito y explícito en los
roles más icónicos de la Doña Bárbara de Rómulo Gallegos hecha celuloide
fundamental y feminismo lírico.
Sin
embargo, y con todo, el folletín se impone al ostentar las cualidades que
logran atrapar al espectador sin pudor, y aun sus líneas más tópicas salen
beneficiadas del oficio de una actriz sorprendente, cuya belleza trasciende el
ámbito mundano que también intenta por todos los medios someter a su virtuoso personaje
sin éxito. Al fin y al cabo, en el fondo (aunque no tanto), pues, se trata de
una mujer de apariencia diabólicamente tentadora y carácter idóneo, una
contradicción coherente muy de la gran estrella que el cine mundial tiene ante
sus ojos en un tránsito hacia el parcial negativo fotográfico de tal efímera
condición --una futura predisposición que no excluirá para siempre los matices,
los claroscuros o inclusive las variaciones opuestas, las reinterpretaciones
más depuradas de un rol que en la película presente supone al menos una
experiencia estética básicamente provocativa.
jueves, 10 de enero de 2013
Al Pacino: Insomnia (2002)
Un film de Christopher Nolan protagonizado por el otrora shakespeareano Michael
Corleone, un Pacino arrugado, encanecido y (más) encogido (si cabe), y para
siempre Richard III, para siempre esencial y compungido por la expiación
tortuosa de los crímenes que la caprichosa fortuna le acredita, ya sean los
estrictamente familiares de un policía de raza (Heat) como los trágicos
malabares infrecuentes de ilusionismo que a veces, antes de nuestro desenlace,
puede jugarnos la mente. Puede juzgarnos la conciencia. Pacino con esos ojos
lánguidos de Tenorio siciliano (adepto a Gardel) más
abiertos que nunca. Y la humanidad imperfecta, débil, vulnerable a la cegadora
lucidez del cosmos, blanca luz solar de la Alaska nocturna para un Al inquisitivo.
El otrora hermano sexy de Dustin Hoffman
--corrían las tardes de perro y la asociación popular con De Niro todavía no
opacaba aquélla (por la talla, por la nariz) con la estrella de Midnight
Cowboy-- ha sido un histrión capaz de conmover a las piedras en films como el
aludido y Serpico, ambos rostros de una moneda como la jugada por el trágico
Aaron Eckhart/Harvey Dent de The Dark Knight. El Pacino delincuente, advenedizo y
desesperado cual el novio de Chris Sarandon, o des-al-mado y nunca desarmado como
Tony Montana; Al Pacino persiguiendo a su hermano malo De Niro porque es su
trabajo y su trabajo es su vida, o víctima de un insomnio sarcástico (el
policía que interpreta se apellida Dormer) e inevitablemente metafórico (Nolan hizo
antes Memento y después The Prestige, y, sea dicho de paso, estudió el film de
Michael Mann, como puede constatarse en el robo al banco por Joker) que ejerce
de karma y termina costándole la vida --mientras practicaba un trabajo para el
cual nunca se halló tan cualificado, más allá de los contratiempos morales,
como el obseso pero disciplinado (enajenado de sus obligaciones familiares que no de sus sentimientos humanos,
aunque a veces parezca un autómata con placa) agente O'Hara de Heat.
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