martes, 18 de diciembre de 2012

Gastone Moschin en Milano calibro 9


Gastone Moschin, el insoportablemente orondo Don Fanucci de The Godfather Part II y antes también el matón fascista que se convierte en la sombra de Jean-Louis Trintignant hasta que éste cumpla su misión en Il conformista, se desenvuelve en un rol de antihéroe totalmente diferente, que sorprenderá (y asombrará) a quienes lo recuerdan sólo o principalmente gracias a la ficción escrita por Mario Puzo. En el neo-noir que nos ocupa, Moschin es Ugo Piazza, un criminal que acaba de ser liberado a través de una amnistía; liberación que no significa su libertad en absoluto. El mismo día que fue detenido por la policía, Ugo cae en desgracia entre sus secuaces, quienes están convencidos de que él es el intermediario que se ha quedado con el cuantioso botín de la operación dirigida por el Americano (Lionel Stander); así que a la salida de la prisión, Ugo todavía tiene que demostrar su inocencia, además de restañar su ausencia de tres años en el amor de una bailarina de nightclub (Barbara Bouchet). Estos son los trazos gruesos de un filme italiano dirigido con efectiva ampulosidad por Fernando Di Leo y musicalizado por Luis Bacalov, que se alza a los ojos del cinéfilo afortunado cual estimable revelación. Además de la sensible imagen dura proyectada por Moschin, la fabulosa actuación de Mario Adorf como un mafioso excesivo y procaz descuella en el reparto. Por el lado de la “ley”, la discusión ideológico-política ofrecida consigue matizar con mayor sutileza el conflicto central; y el soundtrack del compositor de Django le confiere a las secuencias de acción verbal y violencia física la necesaria cuota de dinamismo y emoción contenida que refleja (a veces a un tiempo) nuestra empática relación con el personaje protagonista y nuestro entendimiento de su mundo como posible, acaso ya (de algún modo) nuestro.

 

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