lunes, 5 de noviembre de 2012

Emmanuelle Seigner en Bitter Moon (1992)


Me parece ayer cuando un comercial de la televisión proclamaba la acogida única en salas locales de esta gran película de Roman Polanski, que había llegado para quedarse o eso parecía. Una película sobre el sexo desaforado, el amor peor entendido, y las relaciones de dependencia que forja el destino, y la verdad detrás de las apariencias, y la injusticia en el mundo: en alta mar, un matrimonio británico (Hugh Grant y Kristen Scott Thomas) traba conocimiento con una pareja muchísimo menos convencional, formada por un escritor americano postrado en una silla de ruedas (Peter Coyote) y su joven e imponentemente atractiva esposa (Emmanuelle Seigner) --una experiencia social que cambiará sus vidas. Polanski trabaja sobre un material literario ajeno que transforma en guión y, luego, en visiones de una capacidad perturbadora que llevan su estigma personal como si las hubiera sacado de su propia alma. Todo confluye, como habría declarado con unción revelatoria el novelista inédito del relato, en el personaje central del film, su verdadero descubrimiento: la adolescente belleza de Seigner atraviesa las inclemencias sentimentales más duras imaginables, y las sobrevive como una escandalosa máscara funeraria a punto de mostrar las grietas y resquebrajarse, frágil y desgraciada en su absurda, feroz depredación venérea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario