De espíritu desequilibrado, barroco
--ese epígrafe de Sor Juana no es gratuito--, y de inesperada hondura
expresiva, no sorprende la permanencia del filme dirigido por Tito Davison en
el canon mariano: Doña Diabla, años después de la consagración de Doña Bárbara (1943) y tantos otros desde su propio estreno, confirma a la Doña como la más
importante leyenda femenina del ecran latinoamericano.
Pese a estar basado en una obra de
teatro, el guión podría muy bien haber sido pergeñado luego de un pase de
Mildred Pierce, el clásico de Michael Curtiz basado en la novela del gran James
M. Cain que le permitió a Joan Crawford hacerse del Oscar a la Mejor Actriz de
1945: el argumento menos rico de Doña Diabla --con Víctor Junco como una versión
light de Zachary Scott, y Perla Aguiar fracasando en quitarle el sueño a la
malísima Ann Blyth como Veda, la hija cuyo futuro motiva a ambas sufridas
protagonistas-- es casi el mismo vuelto del revés o semeja algo así como su
negativo fotográfico sin serlo, pero María Félix (en una de sus mejores y más
complejas creaciones interpretativas) trasciende aun esa cuestión: ella es y no
es Mildred Pierce vía Joan Crawford como Sal Mineo en Rebel Without a Cause es
y no es Joan Crawford vía su personaje en Johnny Guitar. La Doña, esta vez
forzada por el destino a chapotear en el fango moral sin que eso reprima a
quienes la juzgan, supera cualquier perspectiva que pudiese limitarla a una
variación del rol de Crawford, y, pasando de madre sacrificada (cuya relación
con su hija sería impensable en la terrateniente de Rómulo Gallegos) a mujer
incomprendida (y, por lo tanto, condenada) por la sociedad y la ley, arriba al
plano que muchos todavía le querrían negar de las Bette Davis disparando
primero y preguntando nunca, como en The Letter. Sin perder el glamour en
ningún instante.
Atravesando instancias de tenor
diverso, la magnífica diva completa un incontestable tour de force en esta
película --otra-- con vocación de resumen, retrato y emblema. Sería
virtualmente inútil buscar un feminismo intransigente, subversivo y corrosivo
en la caracterización ondulante, inestable y totalmente humana que Félix lleva
a cabo en su arriesgado papel; no obstante, es de lo más evidente. La
protagonista, llamada Ángela en el colmo de las ironías, resulta inmediatamente
una imagen inherente a la cultura patriarcal de satanización de la mujer, que
la Doña transforma irreversiblemente en alguien pleno de entidad y digno de la
simpatía del espectador. Metáfora de la autodestrucción que inevitablemente
conlleva el éxito individual en una mujer independiente de la masculinidad,
Doña Diabla contiene el personaje central más ambiguo y menos probable en éste
de todos los sentidos, gracias al subvalorado arte y la naturaleza impertérrita
de su ultrabella estrella. El filme: 4/5 La Doña: 5/5
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