lunes, 17 de septiembre de 2012

María Félix en La devoradora (1946)


Perennemente reivindicable, la Doña construyó su propio mito con roles arquetípicos como éste de una femme fatale que destruye las vidas de cuanto hombre cae en su telaraña de artera seducción. Tan inescrupulosa como irresistible, la maquiavélica, manipuladora figura estatuesca de la joven mujer intentará abrirse paso en el mundo al más puro estilo de Barbara Stanwick en Baby Face, pero añadiendo a la ecuación un elemento exclusivo, relativo a la teoría estética de Wilde en Dorian Gray, que va a opacar no sólo a la aquilina estrella americana sino a todas las demás vampiresas del ecran --incluidas quienes surjan a su sombra. Sirena de latinos acentos espiralados, actriz flaubertiana del gesto justo, sin florituras inútiles ni reticencias impenetrables, María Félix era muchas cosas interesantes, y sin embargo también era eso: una actriz, y de las mejores. Algo que no está demás enfatizar frente al esnobismo pertinaz de la comunidad cinéfila internacional.

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