Perennemente
reivindicable, la Doña construyó su propio mito con roles arquetípicos como
éste de una femme fatale que destruye las vidas de cuanto hombre cae en su
telaraña de artera seducción. Tan inescrupulosa como irresistible, la
maquiavélica, manipuladora figura estatuesca de la joven mujer intentará
abrirse paso en el mundo al más puro estilo de Barbara Stanwick en Baby Face,
pero añadiendo a la ecuación un elemento exclusivo, relativo a la teoría
estética de Wilde en Dorian Gray, que va a opacar no sólo a la aquilina
estrella americana sino a todas las demás vampiresas del ecran --incluidas
quienes surjan a su sombra. Sirena de latinos acentos espiralados, actriz flaubertiana del
gesto justo, sin florituras inútiles ni reticencias impenetrables, María Félix
era muchas cosas interesantes, y sin embargo también era eso: una actriz, y de
las mejores. Algo que no está demás enfatizar frente al
esnobismo pertinaz de la comunidad cinéfila internacional.
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