La impactante película de Nicolas Winding Refn --talvez una de las mejores y más perfectas de los últimos años-- es un obsesionante ejercicio en el minimalismo más cool y denso, lleno de significaciones, que hayamos encontrado en nuestro periplo cinefílico. Parte importante de todo ello es, no cabe la menor duda, Gosling y Driver, una entidad dual, múltiple e inseparable en la pantalla, que sin solución de continuidad engrosó las filas formadas por los soldados urbanos mayores, desde Alain Delon/Jef Costello hasta Robert De Niro/Travis Bickle, que ha originado el celuloide, a partir del primer segundo en que lo vemos explotando sus excepcionales habilidades tras el volante para el crimen --sin saberlo, sin conocerlo. Driver es también, además de Steve McQueen y Charles Bronson, Alan Ladd, el precursor de Le samouraï en This Gun for Hire, pero también y particularmente Shane, el pistolero penitente que alcanza la redención cuando actúa en nombre de una generosidad ambigua, de un amor equivalente al que Gosling sólo podrá conocer, saber, asir en las canciones que escucha cual letanía en su autorradio --como el Cuervo de Graham Greene en el cuidado excluyente de un minino callejero... Como un ultralacónico, silente (anti)héroe de Nicholas Ray, Ryan Gosling ha devuelto a la marginalidad su condición artística, en toda su perturbadora realidad.
miércoles, 13 de junio de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario