En cierto foro de IMDb, un instructor de actuación decía que había 2 películas que siempre enseñaba en su clase como modelos del arte dramático. Una era The Godfather, por Al Pacino, y la otra, Little Darlings (1980), por la asombrosa Kristy McNichol.
En cierto cuaderno, encuentro, bajo el título A Kristy, estos apuntes que hice años antes de leer aquel comentario:
Kristy McNicol [sic] es una de las grandes actrices del cine norteamericano, pero ahora que no actúa más ya nadie la recuerda, si no como una de las estrellas de un popular show televisivo que la hizo crecer a la vista de todo el público. Un inmenso público miope, o estrábico o daltónico, como es usual. Kristy entró en mi vida como un ángel con chaqueta de cuero y desde entonces soy menos infeliz. Aunque nadie lo crea ni lo diga, ella está allí donde están Brando, Redgrave, Hoffman, Julie Harris. Nadie le dio una verdadera gran oportunidad, pero ella pudo demostrarlo, y lo hizo porque sólo los más grandes pueden.
Sin la genial interpretación de Kristy McNichol en el personaje de Angel Bright, esta pequeña película no sería demasiado memorable. Con ella, es una de esas sorpresas que uno desearía todos los días: el descubrimiento de una excelencia tal, que no importa si la medianía del resto es un hecho incontestable.