Esta película de culto, de sugerencias fantásticas, dirigida
por Curtis Harrington, muestra a Hopper --surgiendo así como protagonista de una producción independiente, tres años después de que Henry Hathaway lo exiliara de Hollywood-- en el personaje de un joven marino que
se enamora de una misteriosa mujer en las costas californianas. La
bella y enigmática desconocida, aun más que indiferente, hostil a los avances
de su pretendiente al inicio, resulta ser, aparentemente, una esquizofrénica o
una descendiente de las mitológicas sirenas --presuntamente asesina, en ambos casos, de dos previos
amantes. El estilo nocturno y pausado, tanto como los elementos de la trama y
el ambiente del muelle (el parque de diversiones, la playa, el propio océano),
alimentan el interés de la intriga, aún cuando el relato pueda tomar derroteros
inesperados o diferentes a los que el espectador tenía en mente --éstos acaso
más próximos a los de una adaptación de Lovecraft (no parece coincidencia que el último trabajo de Harrington, Usher, fuese financiado con la venta de un Libro de Thoth autografiado por Aleister Crowley) o, mejor, a Carnival of Souls (1962).
La música incidental de David Raksin es primorosa y, no obstante, de una
presencia excesiva; es ésta, o el tono lúdico y uniforme de las composiciones,
lo que termina incidiendo en la esencia misma del equívocamente ambiguo film, emocionalmente
distante de la tragedia invocada por el epígrafe (la estrofa que culmina la "Annabel Lee") de Poe que lo rubrica (y que, antes, le dio título), dejando
un inevitable sabor a incongruencia o extraño sinsentido. Por su parte, Hopper lleva a buen puerto
un héroe solitario, soñador, infantil, simbólicamente americano, en lo que
constituye, con justicia, una de sus memorables labores interpretativas: un retrato henchido
de omnívora curiosidad y ansiosa pureza, al cual el relevante actor y artista
adorna con los matices de una realidad más vivida que imaginada, abisal,
esencialmente vigente. 3.5/5
domingo, 23 de noviembre de 2014
martes, 11 de noviembre de 2014
Zoe Kazan: Ruby Sparks (2012)
La nieta de mi cineasta favorito
protagoniza y escribe (¡!) esta imaginativa película sobre un joven novelista
(Paul Dano) que, enfrentando su prolongada sequía creativa, sueña y escribe a
su chica perfecta, la protagonista de su tan retrasada nueva novela, sin
imaginar que el conjurarla en la ficción la materializaría en la realidad. Así,
como si de la nada --¿recuerdan a los conejitos de Cortázar? así--, Ruby
aparecerá como un ángel muy humano, lejos de lo que podría haber resultado un
personaje tipo Zooey Deschanel a la enésima potencia, para confrontar al
enamorado inexperto con sus demonios, los literarios y el resto. A la metalingüística historia
original de Kazan (sorprendente debutante en la dramaturgia fílmica, cuya repetición ya esperamos), con una madura exploración de las relaciones de pareja
comparable a lo realizado por Spike Jonze el año pasado, se adecúa el
temperamento de quienes supieron dirigir Little Miss Sunshine (2006), al igual que
las actuaciones de Annette Bening, Dano, el perrito Scotty y,
por supuesto, su poetisa y propia musa: cuasi adorable, imperfecta, celeste,
flamígera, desastrosa, pecosa, pequeña, incontrolable como un deseo encarnado
en cine. 4/5
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