jueves, 2 de octubre de 2014

Fernando Rey en Locura de amor (1948)

“Felipe el Hermoso” y Bautista (“Juana la Loca”)

Fue esta lograda cinta histórica dirigida por Juan de Orduña la que lanzó a Rey, en el papel del rey Felipe I, al estrellato cinematográfico; pero, como sucedería en A Streetcar Named Desire con Brando y Vivien Leigh --otro delirante y dramático descenso hacia la descomposición mental-- tres años después, los críticos y el público apreciaron más inmediatamente las florituras y el oropel de la histérica interpretación que una conmovedora, absolutamente sensacional inclusive en sus momentos menos persuasivos, Aurora Bautista llevara a cabo de Juana de Castilla. Las intrigas palaciegas que terminaron con la absurda muerte de Felipe y la celosa locura de la reina Juana nos recuerdan la permanencia en el tiempo de las grandes pasiones, así como la consecuente disipación de las mezquindades humanas, por más espesa que hubiere sido su torpe trama. De noble presencia, voz educada y embozado manierismo, el apasionante Rey, hasta entonces un actor promisorio y con ya sus tablas a cuestas (y 21 películas en su haber), retrata al descarado Archiduque de Austria en su opaca transparencia trágica: un donjuanesco cazador de villanas infieles, con la sonrisa inflándole los fabulosos carrillos en un encanto de doble filo, reflejo de sutil cobardía y de un relente ignoto en su consciencia: el huidizo amor eterno --presa fatal, indiscriminante-- reconocido en el penitente lecho de muerte. Se trata, en suma, de un inmejorable debut protagónico, y la oportuna anticipación de la clase (la aristocracia hasta en el crimen: recuérdese, cómo no, al inolvidable Charnier de The French Connection) y el sesgo surrealista clave --no olvidemos que el amour fou tiene aquí, en el futuro alter ego buñueliano como el yerno de Isabel la Católica, uno de sus objetos de deseo más singulares e infames-- que constituirán la carrera del más internacional de los actores hispanos. El filme: 5/5 La interpretación de Rey: 5/5

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