"Karl Hettinger"
La
primera vez que vi algo de esta perturbadora cinta dirigida por Harold Becker (Taps) sobre un libro de no ficción --suerte de In Cold
Blood desde la perspectiva del cuerpo policial-- escrito por Joseph Wambaugh (autor de The New Centurions), fue James Woods quien atrapó
mi atención, como la de tantos otros espectadores en la época de su estreno. Con su pesadillesca interpretación de un rufián de poca monta pero
de mucho, demasiado cuidado, Woods llenaba la pantalla con sólo su enjuto y diabólico continente; un papel que Frank Sinatra o
Richard Widmark podrían haber incorporado en el pasado. Esa imagen fascinante,
no obstante, debe hacer ahora lugar a la de John Savage,
como comprobarán quienes revisiten la película en breve. Woods y Savage (quienes habían debutado en el ecran de 1972; el primero más estrictamente, gracias a Elia Kazan y su independiente, doméstica The Visitors) se
encontraban en contingencias privilegiadas de sus respectivas carreras dramáticas: Woods gracias a la estupenda miniserie Holocaust (televisada en 1978), su colega debido a The
Deer Hunter (Oscar a la Mejor Película del mismo año). Ayudado por su corta estatura
y su apariencia casi desvalida, Savage matizó y supo dotar de dimensiones
inesperadas a personajes como ese joven soldado, que regresaba del Vietnam con
sus extremidades inferiores inutilizadas para siempre, o el maduro veterano de
la misma guerra que obliga a su propia esposa e hijo a tener relaciones
sexuales en su presencia para tratar de engañar una mutilación indecible en Little Boy Blue. El fantasma de una experiencia traumática --el absurdo y despiadado asesinato de su compañero detective-- es también lo que
define al infortunado policía que Savage encarna en The Onion Field; esta vez,
sin embargo, la mutilación se exhibe como más rigurosamente espiritual o
simbólica. Y la actuación del protagonista, en un film tan soberbiamente
actuado, es con verosimilitud la más ardua, dolorosa y compleja, ambivalente, humana. ****/*****