A
quien esto escribe las flacas sin (suficientes) curvas no suelen impresionarlo
físicamente, pero Keira Knightley me provoca demasiado morbo. Tampoco prefiero
a las mujeres con los ojos oscuros y un algo asertivo, casi viril, pintado como
advertencia en el rostro macilento, y sin embargo Keira Knightley luce ambos
rasgos con una dignidad de leona en celo. El kiosco de la esquina todavía
exhibe la portada de GQ, y yo no puedo evitar volver y fijar una y otra vez la
mirada obsesiva sobre una actriz morena y de larguísimas piernas color crema
que sin duda, absolutamente, debe de ser un gran polvo (como dirían los españoles).
De hecho, mientras escribo estas líneas he decidido adquirir finalmente la
susodicha revista para solazarme en todas esas fotos de Keira Knightley por una
eternidad.
Keira. La primera ocasión que tuve de
observar su desempeño histriónico fue en Atonement (2007), aquel estupendo film de Joe
Wright sobre el poder regenerador de la ficción, donde ya pude apreciar a Keira emergiendo
de una fuente como Venus de Giacometti, totalmente empapada en el agua bendita
que hacía traslucir su abierta anatomía de sirena escuálida, la misma de una
actriz que estaba en camino de convertirse en la heredera de “Corset” Kate
--por supuesto, la más bien voluptuosa Kate Winslet. De Kate a Keira, los
espectadores hemos asistido acaso no solamente a la evolución del cine de época
como tal, de los noventas a los dos mil diez, sino también a
la de la estética y la erótica de un subgénero codificado y establecido sobre
ciertas convenciones y reglas debidas a la naturaleza represiva de las
sociedades que le sirven de materia.
A Dangerous Method (2011) narra la génesis del Psicoanálisis a través del conflicto íntimo entre Carl Jung (Michael Fassbender)
y su paciente y alumna (Knightley), y la relación no mucho más armoniosa entre
Jung y Sigmund Freud (Viggo Mortensen). El drama, originalmente teatral y escrito por
Christopher Hampton --guionista de Atonement--, nada menos, es dirigido por un David Cronenberg siempre
interesado en la psicología humana y sus tortuosos recovecos. Knightley, a intervalos intensa o expresionista, lleva a cabo uno de
sus roles más intrigantes y difíciles. Entre la sobreactuación y la pasmosa
naturalidad de quien en otra época no sería considerada como una supermodelo
gracias a una belleza que entonces pasaría desapercibida, el personaje de Sabina Spielrein es
el de una mujer virtualmente fatal en su situación con Jung, casado con una
mujer a su vez increíblemente hermosa pero insatisfactoria, sin la atracción
animal que Knightley sabe transmitir más allá de las formas, de los fotogramas
o las fotografías, de manera convincente, irresistible.