Un agente deportivo asume la quijotesca empresa de rescatar las consignas éticas que inspiraron su vocación, con la sola ayuda de una madre soltera y el único cliente que le queda (no precisamente una estrella en demanda). Cuando Cruise era todo un A-lister, y después de haber demostrado la miopía de una novelista gótica (Interview with the Vampire: The Vampire Chronicles, 1994) y su competencia para sumergirse en diversos tipos oscarizables (que no oscarizados), entre otros retos profesionales aceptados exitosamente, Cameron Crowe --el autor de Fast Times at Ridgemont High (1982)-- le ofreció protagonizar su mejor película como director, un personaje tan carismático como el arrogante piloto de Top Gun (1986) pero teñido, imbuido en realidad de la vulnerabilidad que el actor siempre ha convertido en insignia de sus trabajos más respetados y admirables, desde aquel abogado fugitivo de The Firm (1993) hasta el jet-setter en pos de sus propios demonios sexuales de Eyes Wide Shut (1999). Entre la comedia, el drama y el romance, Cruise y Crowe saben encontrar la adecuada conexión con el espectador, que más que leer se siente compelido a sentir la inteligente farsa de buen corazón que el director de Almost Famous (2000), un devoto reconocido de Billy Wilder, plantea con una efectiva, profusa apariencia de verosimilitud apoyada en el mundo real. Además de Cruise, la adorable Dorothy de Renée Zellweger, por supuesto el ganador del Oscar Cuba Gooding como Rod, y el pequeño Jonathan Lipnicki en el rol del hombrecito que tan fácilmente logra la proeza de robarse el corazón del sentimentalmente frígido Jerry --y a veces acaso a punto de robarse el film--, integran un puñado de seres de celuloide entrañables más allá del tiempo y el espacio (y las aduanas morales de Gotham City).
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