En esta valiosa
película con apariencia de rutina melodramática, una pareja de maduros esposos
(él es Jim Backus, el pusilánime padre de Jimmy Dean en Rebel Without a Cause)
contrata a la sobrina (Marilyn Monroe, la superestrella en cierne de Niagara) del ascensorista (el gran Elisha Cook)
del hotel en que se hospedan, como babysitter de su pequeña hija (la talentosa Donna Corcoran) durante la noche de una gala de premios. Lo que nadie se puede imaginar es
que la descolorida Marilyn, con su cándida indefensión y su vulnerabilidad a
flor de piel, sea capaz de transformar los ordinarios eventos en la más
inesperada y absoluta pesadilla.
Dirigido con el control artesanal garantizado
por el fasto de los aún rozagantes estudios (Twentieth Century Fox, en este
caso), el thriller de nuestro comentario básicamente envuelve a una pareja de
amantes desavenidos (Anne Bancroft y Richard Widmark) cuyo destino se cruza con
el de una criatura perdida en el mundo, para trascender los límites de su
asunto y superar cualquier expectativa convencional. Observe el
lector/espectador, por ejemplo, la transición del plano donde Widmark deja caer
los fragmentos de la carta que ha roto sobre otro de una Marilyn que, así,
parece nacer de unos frágiles sueños de papel cual Blanche DuBois rediviva. Se
trata, en realidad, y si se presta una mínima atención a los matices humanos, de
una historia trágica en la misma línea poética de Tennessee Williams, por lo
cual la extraña, virtuosa actuación (en la línea íntima, mimando la neurosis, del
Actors Studio) de una Norma Jeane monstruosa e inerme, alternativamente o a un
mismo tiempo, es su perfecto, engañosamente glamouroso recipiente. 5/5
"Nell Forbes"