miércoles, 24 de septiembre de 2014

Sean Penn: Bad Boys (1983)


Como en el caso de Brando o de Pacino, Penn encadenó uno tras otro los más importantes títulos de su carrera actoral ni bien le había dado inicio. A Taps le siguió, antes de las igualmente necesarias At Close Range (1986) y The Falcon and the Snowman (1985), este clásico de clásicos sobre las pandillas juveniles en la ciudad de New York. El pelo largo y la desfachatez no son de Spicoli (el hilarante y perennemente dopado surfer que popularizó el vocablo dude en Fast Times at Ridgemont High, de 1982, excepcional aun en la obra de Penn), sino de un personaje nada luminoso: Mick O’Brien, delincuente irredento que verá su vida fatalmente cruzada con la de Paco Moreno (Esai Morales, el inolvidable hermano mayor de Ritchie Valens en La Bamba) cuando, en un desastroso incidente relativo a un cuantioso botín de narcóticos, mueran su mejor amigo y su hermano de 8 años de edad, respectivamente. El filme se mueve entre la calle y sus sombras y los no menos oscuramente riesgosos recovecos de los recintos correccionales con sobrada sapiencia y sin transigencias moralistas, áspero y torvo --y con cierta reminiscencia de los mejores títulos policiales de los setentas-- pero también responsable respecto de su delicado contenido. Cual un Jimmy Cagney redivivo, Penn hace de su adolescente antihéroe un dinamo de rauda emoción masculina, sublimada por la madurez neurótica del Jimmy Dean de Rebel Without a Cause: Mick parece tener en cada una de sus escenas una antesala de esa prueba que lo espera, ineludible e injusta, en los últimos cinco minutos de la cinta; se trata, en cada mirada huérfana y desolador gesto, en cada voz quebrada y silencio tonante, de la más pura interpretación del actor, junto con la parigualmente desgarrada y desgarradora, brandiana cumbre de su asimismo vulnerable personaje en At Close Range. Irrepetible, obligatoria cinta, pues, que, además, cuenta con el maestro Bill Conti en el soundtrack. El film: 5/5 La estrella: 5/5