Vehículo melodramático a la medida de Bette Davis, en Jezebel (1938) la temperamental actriz demuestra que, si bien hubiera sido una elección equivocada para Gone with the Wind (1939), el retrato de una consentida niña rica de la Confederación americana en medio de sus propios conflictos afectivos y los problemas de toda una sociedad en crisis no podía caer en mejores manos esta vez. Pero la película es un éxito más allá del imprescindible desempeño de Davis. Sin alejarnos del reparto, Henry Fonda deja alguna constancia de lo insuperable de su arte, en un papel que (como los demás) es suficiente por sí mismo pese a no salir de la órbita de la (anti)heroína. El trabajo de Donald Crisp, brutal villano en Broken Blossoms (1919), es también notable.
1939-Los Angeles, California: Los ganadores del Oscar al Mejor Actor, Spencer Tracy (por Boys Town), y a la Mejor Actriz, Bette Davis (por Jezebel), departen con Cedric Hardwick
En su inicio, Jezebel cautiva nuestra empatía moral, para después, con la aparición de la protagonista, derivar en el microcosmos del más insufrible melodrama, aquél que trata de las desdichas de una mujer-niña que se cree desatendida y es capaz de torturar a su novio (y de paso a medio mundo) con los caprichos más superficiales y las resoluciones más egoístas y aun peligrosas. Es entonces cuando el maestro William Wyler dota de progresiva dimensión al relato, que dentro de sus convenciones genéricas empieza a revelarse como un extraordinario cuento de valentía, redención y, sobre todo, amor.