Profondo rosso (1975)
Pocas figuras tan singularmente representativas del swinging Londres de la década prodigiosa como el protagonista del Blowup de Antonioni. La cinta, que hacía inequívocamente británicas las obsesiones fantásticas y existencialistas de (respectivamente) Cortázar y el autor de los tiempos muertos más vivos de la historia del cine, era un tour de lo hip, un escaparate de la moda pop, un viaje sin retorno afuera del paraíso, y mucho más. Sin embargo, aún al final, el fotógrafo detective interpretado por Hemmings es un punto demasiado cool, demasiado abstracto para una identificación visceral con el espectador --lo que sí ocurría con el lector del cuento. Y todo a la perfección, pues Blowup es un film que pone en tela de juicio la propia identidad de ambos: Thomas, el antes indiferente profesional de la imagen, y el mismo espectador de las imágenes fijas o en movimiento. Hemmings en Blowup es finalmente un fotograma (acaso como Harrison Ford en Blade Runner es un replicante, si queremos creer las palabras de Ridley Scott).
Blowup (1966)
El reverso de lo que podríamos llamar "el caso Hemmings" --así de identificado ha quedado el ya fallecido actor inglés con su cortazariano rol-- se halla ejemplarizado en la para muchos cima inalcanzable de Dario Argento, otro italiano visionario. La alambicada trama de Profondo rosso sigue las aventuras, siempre al borde de ser desventuras, de un pianista detective tras la pista de un asesino misógino e impune. Pero, aunque suene familiar o parezca al menos básicamente similar, el giallo de Argento es un filme muy distinto. Y, proezas estilísticas aparte, es Hemmings (su presencia y su actuación) quien le confiere su más significativo quantum de individualidad. Es la suya una personificación en los antípodas de su papel emblemático, una exhibición totalmente cinematográfica de vulnerabilidad y vana, trágica humanidad. Existe en este expatriado británico en Roma una interioridad que no habría sido capaz de soñar para sí el opaco Sam Dalmas, expatriado americano en Roma y novelista convertido en detective, de L'uccello dalle piume di cristallo (1970), la primera cinta dirigida por Argento, cuya trama es virtualmente filmada otra vez pero ahora con una vocación más apasionada. Tal pasión es irradiada por el Marcus de Hemmings en un afinado tour de force que habría sido completamente excesivo y fuera de lugar en una obra maestra con pianista como Tirez sur le pianiste de Truffaut.