viernes, 13 de marzo de 2015

Marlene Dietrich en Dishonored (1931)


En su tercera película juntos, Josef von Sternberg dirige a su inolvidable musa en el rol de una joven viuda que es reclutada para servir al Imperio Austro-Húngaro --la patria original de Sternberg-- como espía, en virtud de su excepcional belleza pero también de su resignada y libre actitud frente a la vida y la muerte. Dietrich entonces pasa de ser una mujer que sobrevive gracias a su poderoso atractivo sobre los hombres, a una agente secreta cuya supuestamente importante labor la despersonaliza, despojándola en primer lugar de su nombre para asignarle un X27 ajeno a cualquier sueño escapista glorificado por el 007. No por nada el espionaje es considerado el trabajo más indigno del mundo por quienes deshacen la vida --lo que quedaba de ésta, en verdad-- de Marie Kolverer, Marlene atrapada en una telaraña de sombras de la cual apenas si hace el esfuerzo suficiente para separarse en pos del cumplimiento de su misión.


Sternberg realiza un vehículo feminista (si consideramos a Dietrich como La Mujer) y pacifista (si, además, tomamos en cuenta las repercusiones de tal papel en la trama, aparte de su literalmente proselitista final) en torno a una actriz que a veces da la impresión de nacer a la espuma luminosa y recargada del blanco y negro que la envuelve --la cámara es de Lee Garmes, colaborador de creador y criatura en Morocco (1930). En esta oportunidad Marlene es, curiosamente, menos sexualmente ambigua que histriónicamente versátil: cierto divertidísimo episodio la tiene fingiendo ser una inocente campesina trabajando en un mesón; esta menor sofisticación en la caracterización de la protagonista no parece un casual paralelo con el argumento de una cinta que, a pesar de sus elementos superficiales o genéricos, no resulta en absoluto un thriller sino más bien un drama intimista.


Acompañan a la fascinante antiheroína el rudo Victor McLaglen (como el colega ruso de quien se enamora), Warner Oland y el argentino Barry Norton, aquí en una articulada participación (inevitablemente) muy por encima de su desastroso "Juan Harker" en la versión hispana de Dracula. 4/5