miércoles, 25 de febrero de 2015

María Félix: Doña Diabla (1950)


De espíritu desequilibrado, barroco --ese epígrafe de Sor Juana no es gratuito--, y de inesperada hondura expresiva, no sorprende la permanencia del filme dirigido por Tito Davison en el canon mariano: Doña Diabla, años después de la consagración de Doña Bárbara (1943) y tantos otros desde su propio estreno, confirma a la Doña como la más importante leyenda femenina del ecran latinoamericano.

Pese a estar basado en una obra de teatro, el guión podría muy bien haber sido pergeñado luego de un pase de Mildred Pierce, el clásico de Michael Curtiz basado en la novela del gran James M. Cain que le permitió a Joan Crawford hacerse del Oscar a la Mejor Actriz de 1945: el argumento menos rico de Doña Diabla --con Víctor Junco como una versión light de Zachary Scott, y Perla Aguiar fracasando en quitarle el sueño a la malísima Ann Blyth como Veda, la hija cuyo futuro motiva a ambas sufridas protagonistas-- es casi el mismo vuelto del revés o semeja algo así como su negativo fotográfico sin serlo, pero María Félix (en una de sus mejores y más complejas creaciones interpretativas) trasciende aun esa cuestión: ella es y no es Mildred Pierce vía Joan Crawford como Sal Mineo en Rebel Without a Cause es y no es Joan Crawford vía su personaje en Johnny Guitar. La Doña, esta vez forzada por el destino a chapotear en el fango moral sin que eso reprima a quienes la juzgan, supera cualquier perspectiva que pudiese limitarla a una variación del rol de Crawford, y, pasando de madre sacrificada (cuya relación con su hija sería impensable en la terrateniente de Rómulo Gallegos) a mujer incomprendida (y, por lo tanto, condenada) por la sociedad y la ley, arriba al plano que muchos todavía le querrían negar de las Bette Davis disparando primero y preguntando nunca, como en The Letter. Sin perder el glamour en ningún instante.


Atravesando instancias de tenor diverso, la magnífica diva completa un incontestable tour de force en esta película --otra-- con vocación de resumen, retrato y emblema. Sería virtualmente inútil buscar un feminismo intransigente, subversivo y corrosivo en la caracterización ondulante, inestable y totalmente humana que Félix lleva a cabo en su arriesgado papel; no obstante, es de lo más evidente. La protagonista, llamada Ángela en el colmo de las ironías, resulta inmediatamente una imagen inherente a la cultura patriarcal de satanización de la mujer, que la Doña transforma irreversiblemente en alguien pleno de entidad y digno de la simpatía del espectador. Metáfora de la autodestrucción que inevitablemente conlleva el éxito individual en una mujer independiente de la masculinidad, Doña Diabla contiene el personaje central más ambiguo y menos probable en éste de todos los sentidos, gracias al subvalorado arte y la naturaleza impertérrita de su ultrabella estrella. El filme: 4/5 La Doña: 5/5