jueves, 7 de noviembre de 2013

Brad Renfro en The Client (1994)


El año 2008 no sólo vio la desaparición de Heath Ledger por culpa de sustancias químicas tan peligrosas, sino que también quien fuera niño prodigio de Hollywood, Brad Renfro, moría debido a las malditas drogas, aunque de manera totalmente oscura, tristemente olvidado e inclusive repudiado por su propia comunidad. Al caer en la espiral irreversible de su autodestrucción, Renfro perdió su brillante porvenir y finalmente su vida, después de desvanecerse en películas que nadie conoce o quiere conocer, quien había protagonizado uno de los mejores debuts del cine. Los Oscars que justamente honraron la memoria de Ledger, eligieron olvidar a este otro talento que también había hecho historia.




Basada en una novela de John Grisham, The Client permanece como una de las más interesantes cintas inspiradas en el autor, y como uno de los logros de un director tan irregular como intrigante, que tal es Joel Schumacher, realizador a quien debemos un título como The Lost Boys. En Memphis, el secuestro y asesinato de un senador por la mafia dispara acontecimientos que cambiarán las vidas de una madre soltera, sus dos pequeños hijos, y la abogada que se hará cargo de uno de ellos. Schumacher rueda la trama judicial y detectivesca explorando las clases sociales, las tipologías, los acentos, el ambiente en conjunto sin que éste obstruya el potencial de aventura, de riesgo, de confrontación siempre humana que circula en el torrente sanguíneo de un relato asentado en aspectos definitivamente sórdidos, de todo lo cual sabe aprovechar lo más beneficioso para la cinta. Como en su famosa adaptación de A Time to Kill (otro libro de Grisham), las emociones más básicas y las interpretaciones actorales se encuentran al servicio de una serie de eventos que nos descubrirán un ángulo con suerte inédito, angélico y demónico casi a un mismo tiempo de nuestra propia naturaleza. Y es, entre maestros del drama como Susan Sarandon y Tommy Lee Jones, el pequeño Brad Renfro quien tiene la responsabilidad de llevar la carga de toda esa experiencia sobre sus hombros, de tal suerte que el espectador pueda maravillarse ante la fortaleza admirable que una conmovedora actitud de tough kid esconde en el corazón.